La Cripta de los Capuchinos: Santa Maria de la Concezzione (Roma)
- Mavi Tomé
- 20 dic 2016
- 1 Min. de lectura
Silencio... No hay murmullos, ni tan siquiera el sonido que produce el eco de nuestros pasos...Oscuridad más allá de la luz, más allá de la muerte...
Y es que eso es lo que nos rodea: Muerte. Cuencas vacías en rostros que otrora estaban recubiertos de carne; muecas momificadas que parecen estar burlándose de los pobres mortales que, con una mezcla de asombro y horror, contemplan el espectáculo que se encuentra ante sus ojos. Y es que no hay piedra en estas paredes, no hay mármol en estos arcos. Sólo huesos...

Huesos que en otros tiempos aparecían recubiertos con carne y tejidos musculares...Tibias y peronés que se entrecruzan, calaveras que se apilan, manos que intentan rozarse...Una sala tras otra, la muerte parece querer colarse por una rendija en nuestras vidas; parece querer manifestarnos que está presente, a la vuelta de la esquina, y nos acecha. Nadie escapa a su poderosa mano...Ni siquiera los niños... Esos niños que, renunciando a la humanidad, sostienen con sus pequeñas manos, una calavera... Esa niña que, antaño ataviada con ropajes pomposos de princesa de cuento, sostiene en su mano derecha una guadaña y en la izquierda una balanza. Todo hecho con huesos no identificados de los frailes moradores de este convento. Un pensamiento: Tempus Fugit... Y entonces, una lápida con un mensaje escrito, frío y cortante, como un cuchillo:
"Como vosotros, nosotros fuímos;
como nosotros, vosotros seréis" Y el corazón se me aprieta, sin saber por qué...