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La Cripta de los Capuchinos: Santa Maria de la Concezzione (Roma)

Silencio... No hay murmullos, ni tan siquiera el sonido que produce el eco de nuestros pasos...Oscuridad más allá de la luz, más allá de la muerte...

Y es que eso es lo que nos rodea: Muerte. Cuencas vacías en rostros que otrora estaban recubiertos de carne; muecas momificadas que parecen estar burlándose de los pobres mortales que, con una mezcla de asombro y horror, contemplan el espectáculo que se encuentra ante sus ojos. Y es que no hay piedra en estas paredes, no hay mármol en estos arcos. Sólo huesos...



Huesos que en otros tiempos aparecían recubiertos con carne y tejidos musculares...Tibias y peronés que se entrecruzan, calaveras que se apilan, manos que intentan rozarse...Una sala tras otra, la muerte parece querer colarse por una rendija en nuestras vidas; parece querer manifestarnos que está presente, a la vuelta de la esquina, y nos acecha. Nadie escapa a su poderosa mano...Ni siquiera los niños... Esos niños que, renunciando a la humanidad, sostienen con sus pequeñas manos, una calavera... Esa niña que, antaño ataviada con ropajes pomposos de princesa de cuento, sostiene en su mano derecha una guadaña y en la izquierda una balanza. Todo hecho con huesos no identificados de los frailes moradores de este convento. Un pensamiento: Tempus Fugit... Y entonces, una lápida con un mensaje escrito, frío y cortante, como un cuchillo:


"Como vosotros, nosotros fuímos;

como nosotros, vosotros seréis" Y el corazón se me aprieta, sin saber por qué...

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