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Pesadilla / Nightmare

Hace mucho, mucho tiempo, tuve un sueño que me dejó marcada. Era una época de mi vida oscura, en la que cada día se me antojaba un callejón sin salida. Una época en la que el camino más definitivo era el aparentemente más fácil y accesible para mí. En uno de esos días de oscurantismo, tuve una pesadilla. Dos figuras que se me presentaban como los dos caminos posibles, paradojas de mi propia vida: el monje negro, el destino último y final, la decisión que supone el fin de todo; el monje blanco, la esperanza. el deseo de vivir, la sonrisa que nos ofrece ese futuro que se oculta entre nubecillas.


Este es un relato pormenorizado de aquel sueño... De aquella pesadilla...


Welcome to my nightmare.


Me encontraba en un sitio indeterminado, en una habitación perdida en mitad de un espacio en el que no sentía nada; la sensación de frío o calor era sólo un recuerdo lejano que parecía perdido en lo más profundo de mi mente. No sabía cómo había llegado allí, ni tampoco la razón por la que mi cuerpo aparecía inmóvil, erguido, en medio de aquellas cuatro paredes que aparecían cubiertas tan sólo por una estructura piramidal de cristal que dejaba traslucir el cielo.


El cielo sangraba... El cielo mostraba ríos de sangre roja que parecían querer acabar con su habitual luminosidad, como si quisieran demostrar el dolor que tras las nubes estaban sintiendo aquellos que un día nos dejaron. Negros nubarrones comenzaron a recorrer las praderas celestes, como si fueran carneros negros en busca de nuevos prados.


Alcé la vista y pude ver el Sol... y la Luna... Estaban juntos en el cielo a un tiempo, brillando débilmente en medio de una oscuridad que se me antojaba cada vez más inexpugnable. Pronto, ambos se vieron absorbidos por aquellas nubes negras, al tiempo que incontables rayos comenzaban a esparcirse violentamente por todo el firmamento; en tanto que el silencio, aquel silencio mortal que todo lo impregnaba, se veía roto por los truenos que comenzaron a hacer acto de presencia.


Mis ojos bajaron lentamente, y, sin salir de mi sorpresa, siendo testigo indirecto de mis propias acciones, pude comprobar la presencia de dos figuras embozadas que se situaban ante mí y cuyos rostros no pude vislumbrar correctamente. Figuras humanoides que situaban ante mis ojos y cuya existencia me llenó de cierto temor.


Una de ellas, lucía una túnica de color blanco y tenía ambas manos atadas por delante. La otra, vestía de negro y sujetaba fuertemente una guadaña. Sus hábitos me recordaba a las túnicas que lucían los monjes de clausura en tiempos pasados.


Ante mi asombro, la "yo" de mi sueño caminó lentamente hasta situarse justo delante de ambas figuras y, mientras se arrodillaba lentamente, extendió las manos. Quise zarandearme a mí misma, hacer que la consciencia volviera a mi ser, entrar en razón, pues algo dentro de mí me decía que estaba a punto de suceder algo realmente catastrófico.


Entonces, la figura vestida de negro se acercó a mí y, en un rápido movimiento, me cortó en ambas muñecas con su afilada guadaña.


Mi grito se perdió en el viento... La espectadora que se contemplaba a sí misma no podía hacer nada ante lo que allí había sucedido... Ríos de roja y brillante sangre comenzaron a emerger de mis muñecas, empapando con su presencia mis ropas, mi cuerpo, mis manos... hasta mi rostro...


Quise gritar, correr, escapar de aquel lugar... pero no podía...


Contemplé impotente cómo mi propio cuerpo se desplomaba pesadamente sobre un suelo que no era nada más que espacio. Un espacio de oscuridad hasta donde alcanzaba la nublada visión de mis ojos, que trataban de ver a través de las lágrimas de dolor que derramaban. Mis labios trataban de coger aire, mi cuerpo fue azotado por una serie de temblores y paroxismos que me resultaban difíciles de controlar.


Mojando los dedos en mi propia sangre, traté de escribir algo en aquel suelo de oscuridad; escribí en un lenguaje desconocido por mí misma, una especie de escritura rúnica de caracteres perdidos... Una especie de lengua antigua por mí desconocida...


En medio de toda ensoñación, vislumbré una luz que me envolvía; en medio de ella, aquel "monje blanco", que me sonreía tiernamente. Y no pude por menos que sonreír también...





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