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Demasiado amor... Demasiado dolor...

Llegaste a mi vida sin ser nada, de puntillas, cuando ni la esperanza era una opción. Lo cierto es que te esperaba desde hace tiempo, rogaba a Dios cada noche porque te permitiera visitarme. Y un día apareciste en mi vida...


Puedo decirte que tu llegada nos supuso la mayor felicidad, algo que jamás pude imaginar. ¡Fíjate! Ya estábamos pensando que tu tardanza se debía a que ambos teníamos un problema y que jamás en la vida podríamos conocerte. Así, cuando supimos de tu existencia, nuestros sentimientos afloraron y la incertidumbre se tornó en alegría.


Recuerdo a tu padre inclinándose y hablándote a través de mi vientre, aún lo suficientemente plano como para no denotar tu presencia. Eras nuestro "midicloriano": la unión de nuestras células y cromosomas, una mezcla perfecta de nuestro amor. Sé que no eras nada, pero me acostumbré a hablar cada día contigo, sabedora de que no me escuchabas. Y cuando estaba sola, no me sentía así: te tenía a tí, esa pequeña presencia, ese fruto del amor que me sentía obligada a proteger... y que no conseguí hacerlo.


"Es muy pequeño. No hay latido", fueron las frases lapidarias que me anticiparon tu prematuro fin.


¿Cómo puedo querer tanto a algo que no es? ¿Cómo puedes llegar a amar incondicionalmente a algo tan pequeño que no alcanza el tamaño de un garbanzo?


Lloré, grité, me desgarré por dentro... Me desangré por fuera... Sabía que te ibas... Era consciente de ello, pero no podía asumirlo. No quería.


Aun hoy, no lo asumo.


Sentí dolores de parto, sentí las contracciones de un alumbramiento... Sentí como todas aquellas que alumbran a su bebé. El mismo dolor, las mismas sensaciones. Pero no hubo bebé alguno: hubo sangre, hubo coágulos, hubo fluidos... Y tú.


No quise verte. No pude, "pequeño midicloriano". Fuí cobarde y no quise mirar. No quise sentir más dolor del que ya sentía por perderte.


Lloré. ¿Qué duda cabe al respecto? Lloré, me rompí... Y Dios sabe que lo hice de corazón. Porque te quería.


Del más profundo amor, al más enorme dolor. ¿Cómo pueden decirme que no eras nada, si ya eras mi todo? ¿Cómo puedo dejar de quererte, aun sabiendo que ya no existes?





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